viernes, 21 de septiembre de 2012

¿POR QUÉ SE DESENCADENARON LOS HECHOS DEL 17 DE JULIO?

¿Qué motivó estos estallidos? Desde el uribismo, que aprovechó la sensación de debilidad y de falta de respuesta oportuna que dejó el gobierno para criticarlo –“¿Dónde está la autoridad, qué pasó con el orden?”, trinó Álvaro Uribe– se señaló que las Farc estaban tras la protesta indígena. La OPIC, una asociación indígena afin al ex presidente, habló de complicidad con el narcotráfico y la guerrilla. Acore, la asociación de oficiales retirados, atribuyó lo sucedido a “equivocadas decisiones de carácter político” y fustigó la intervención del juez Garzón.

El propio gobierno se sumó a los señalamientos. El ministro de Defensa habló de infiltración de la guerrilla. El Presidente, al término de su consejo de seguridad, aunque precisó que no acusaba a todos los indígenas de estar confabulados con las Farc, citó un correo en el que Pacho Chino, uno de los jefes de las Farc en el Cauca, llamaba a promover este tipo de protesta, y anunció judicializaciones. Según la Policía del Cauca, se han librado 165 órdenes de captura, 103 contra indígenas, y 42 personas han sido capturadas (23 son indígenas), sobre la base de información contenida en computadores capturados luego de dos bombardeos. Una medida que ha revivido entre los indígenas el fantasma de las capturas masivas.


Sin embargo, no es fácil de creer que un movimiento que lleva años enfrentando a la guerrilla y cuyos integrantes han sido amenazados y asesinados por ella en múltiples ocasiones, obedezca de pronto, masivamente, una orden proveniente del monte para tomarse las bases militares. Las Farc tienen una presencia de larga data en el Cauca, han reclutado a muchos jóvenes indígenas y, por convicción o amenaza, influyen en muchas comunidades en las que el Estado apenas si ha asomado en décadas, pero en el estallido de esta crisis jugó un papel clave algo tan simple como poco visible fuera del Cauca: la desesperación.


El detonante inmediato de las protestas fue el ataque que durante tres días las Farc lanzaron contra Toribío (solo en este año, el pueblo, como otros en la región, ha sufrido más de una docena), que culminó con la explosión de un cilindro en el centro de salud indígena local y graves heridas a dos enfermeras. Como dijo un funcionario del gobierno que conoce de cerca la situación: “Esta pobre gente de Toribío ha aguantado bala cada día, todos estos años. Antes ha aguantado mucho. Lo que está mostrando es desespero. La parte que la gente no ve es que la población está hastiada”.


Hastío y desconfianza, y no infiltración, pueden ser las palabras claves tras esta nueva crisis. La cual, además, tiene lugar en medio de un giro de fondo en la situación militar que está elevando al máximo las tensiones en la compleja y sufrida sociedad caucana.

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