sábado, 22 de septiembre de 2012

LOS CORAZÓNES Y LAS MENTES

¿Tratarán las Farc, en estas circunstancias, de usar todos los recursos para contrarrestar el avance militar del Estado, incluida la influencia que tengan o el miedo que infundan en el movimiento indígena? El general Alejandro Navas, comandante general de las fuerzas militares, está convencido de que para evitar perder espacios están recurriendo a una “guerra de estratagema”, buscando presionar o infiltrar a los indígenas para ponerlos en contra del Estado y los militares.

Más allá de que la guerrilla sea o no capaz de producir movilizaciones masivas en el Cauca, el hecho es que estas no tendrían lugar sin el caldo de cultivo que han alimentado el abandono y, a menudo, la hostilidad del Estado. Los indios, como lo vienen diciendo desde hace años, no solo sienten que el Estado no ha sido capaz de protegerlos, sino que este los atropella. Su intento de expulsar a los militares puede ser un estiramiento inaceptable de la autonomía indígena más allá de la constitución, pero el Estado está en mora de dar un giro en su política tradicional. La historia de la región está marcada por tomas de tierra, reprimidas por la Policía. Entre 2002 y 2008 se impuso una política en la que primaba la estigmatización de los indígenas, que alejó mucho al Estado de ganar la guerra por “los corazones y las mentes” del pueblo Nasa. Los cultivos ilícitos que florecen sin estorbo son la nueva economía de muchas familias indígenas y caldo de cultivo para el reclutamiento de los jóvenes.
 
¿Es este gobierno conciente del reto? Las señales son contradictorias. Los militares saben, como lo dijo el general Navas, que “si la acción militar del Estado termina echándose en contra a los indígenas, la campaña militar va a ser muy complicada”. A la apuesta militar se le va a sumar un plan masivo de inversión (500.000 millones de pesos anunciados por el Presidente para el Cauca, durante su visita a Toribío), que es indispensable. Pero para remontar la desconfianza histórica de los indígenas frente al Estado, hace falta más que plata.
 
El ex guerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos escribió la semana pasada en El País de España, a propósito de la crisis del cerro Berlín: “Que los habitantes de estas comunidades se atrevan a movilizarse en una protesta bajo un entorno de guerra, es un indicador de pérdida del miedo y también una señal de progreso democrático. Sin duda una parte de ellos responden políticamente a las FARC, pero en tanto no estén armados son civiles con derecho a la protesta social; el uso proporcional de la fuerza y sobre todo el diálogo con ellos es lo democráticamente correcto.” Para él, que el Estado llegue por fin a la Colombia rural profunda, donde las Farc se ha atrincherado en sus áreas históricas, implica retos no solo militares. 
 
Ganarse la confianza de una población que hoy se toma los cerros para desalojar a los militares no será tarea fácil, pero es esencial si el Estado quiere avanzar en esta zona de Colombia. Los gobiernos anteriores, especialmente el de la seguridad democrática, no solo no lo hicieron sino que se pusieron a los indios en contra, buscando dividirlos o estigmatizándolos. Al de Juan Manuel Santos le tomó casi dos años reaccionar ante lo que viene pasando en el Cauca y en esta crisis dio muestras de lentitud y falta de decisión. ¿Será que la imagen del sargento García arrastrado por los indios sirve no solo para el oprobio sino para que, por fin, el Estado se pellizque?

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